El servicio de correos no
ha conocido una huelga nacional masiva (aparte de las manifestaciones
interprofesionales de 1995 a 2010) desde los años 70. Sin embargo, las huelgas
locales son muy numerosas aunque muy aisladas. Es el fruto de la gran diferenciación
de las condiciones de trabajo…pero también de la adaptación de las
organizaciones sindicales a esta fragmentación de la condición de carteros.
Noviembre y el inicio de diciembre de 2015 han
visto desencadenarse muchas huelgas de carter@s. En estas convocatorias o
preavisos, el tema reivindicativo aparece con más frecuencia es el pago de la
distribución por los carter@s de las credenciales para las elecciones
regionales (los famosos “pliegues electorales”). El servicio de correos ha
recibido una subvención de 60 millones de euros del estado para su
distribución, ¡pero no paga el trabajo extra! O mejor dicho no paga cuando se
enfrenta a una cierta correlación de fuerzas. El mensaje que se impone a los
carteros es el siguiente: no importa la tarea adicional que sea, no queda más
que aceptar cumplirla gratuitamente. Hoy a los trabajador@s de correos se les
pide hacer varios trabajos a la vez.
En cuanto a la cuestión de los pliegues, es la
misma en todas partes para los carter@s, contrariamente a las
reestructuraciones que se han llevado a cabo deliberadamente y de manera
desincronizada. Y en el pasado mes de diciembre se han visto por primera vez
desde hace mucho tiempo preavisos de huelga presentados al mismo tiempo sobre
una misma cuestión.
La idea de que es necesario por todas y todos
movilizarse al mismo tiempo marca el camino. Una de las principales causas es
el tamaño de los establecimientos: mientras que las sedes son generalmente más
pequeñas, el servicio de correos lleva a cabo desde hace diez años una política
de reconcentración de flujo de correo (y en menor medida de paquetes). El
número de centros de clasificación ha bajado drásticamente, el 40% de las sedes
ha cerrado en 10 años. Si un centro de clasificación se pone en huelga, el
impacto en la producción es potencialmente mayor que antes.
La perspectiva de una movilización a escala
nacional ha comenzado a debatirse tras los conflictos de estos dos últimos
años, de los cuales una buena parte han sido largos, duros pero victoriosos, y
llevadas a cabo de forma consciente para vincularlos unos a los otros:
las largas huelgas de 2014 en el 92, 91, 18, en Ajaccio, en París 15, y sobre todo
la huelga regional masiva de carter@s en la baja Normandía en febrero de 2015.
La prueba se ha hecho e diferentes contextos en los que era posible compartir
luchas de varias oficinas y hacer recular a los patrones. Hay varios equipos,
en CGT y Sud, que empujan en esta dirección.
Son estas experiencias las que explican la
decisión tomada en el pasado octubre por la federación Sud-PTT de elevar a
otros sindicatos la idea de una convocatoria de huelga nacional a principios de
este 2016, que sería precedida de reuniones entre equipos sindicales para
prepararla y dar continuidad. Nada garantiza que un proyecto tal tenga éxito,
pero su existencia es un indicio de que la idea de una convergencia de luchas
postales avanza.
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