domingo, 3 de enero de 2016

CATALUNYA: POR QUÉ LA CUP NO PUEDE CAPITULAR

Reproducimos el artículo escrito por nuestros compañeros Alberto Lozano y Tomás Martínez.

Hasta hace unos pocos meses mucha gente de fuera de Catalunya no había oído hablar de las CUP, la Candidatura d'Unitat Popular, ahora en el centro del debate, la organización política anticapitalista y netamente independentista que nació de los municipios y entró en el Parlament apostando por la ruptura con el Estado español y con un programa de clase con el que también se quieren romper los vínculos con la Troika y por supuesto con esta Unión Europea. En su interior confluyen experiencias de luchas sociales, obreras, por la vivienda, feministas y por la defensa de la tierra.

La rica, multiforme y viva arquitectura política catalana, con el  eje nacional muy bien asentado y en movimiento desde la Transición, ha hecho posible romper en el plano institucional la rara excepción de la izquierda abertzale en Euskal Herria. Ya en los años 80 y 90 habían crecido en el ámbito municipal, pero en las elecciones de octubre de 2012 dieron el salto autonómico con 3 diputados en una etapa acelerada del proceso soberanista nacido del fracaso del Estatut.

Su llegada contó con el apoyo de la izquierda anticapitalista catalana y estatal con la bienvenida y aplauso del independentismo vasco muy en particular. El eslogan fue “Ho volem tot” ('Lo queremos todo'): iban en serio. El periodista David Fernández debutó en las televisiones de todo el estado levantando la sandalia al gánster de Rodrigo Rato cuando la crisis golpeaba fuerte y su imagen puso nervioso hasta a Cayo Lara. Desde entonces hasta ahora han desbordado por la izquierda a ICV-EuiA y se han convertido en pieza clave para la mayoría independentista.

La izquierda anticapitalista y revolucionaria vemos con satisfacción cómo una fuerza radical y tan antagonista al régimen del 78 ha contribuido a agitar el rompecabezas del largo ciclo electoral sin renunciar a un discurso desobediente a las oligarquías políticas y económicas y con un programa rupturista y de clase a la vez que nacional. Bien vale el gesto como la cesión del espacio electoral a la huelga de Movistar o las muchas intervenciones en el Parlament apoyando luchas.

El terremoto del 27-S: la CUP en la encrucijada
La estrategia de las CUP - Crida Constituent siempre ha sido clara: romper con el estado español y sus políticas económicas, cerrar la etapa autonomista y avanzar en la República socialista catalana. El complejo escenario abierto de la última cita electoral del 27 de septiembre, jugada como plebiscito por un muy tocado president Mas en huída hacia adelante en la coalición Junts pel Sí, resituó a sus 10 diputados como determinantes para la gobernabilidad en un espacio binario: partes de una mayoría independentista y a la vez de izquierdas.

Sus votos son decisivos en el Parlament pero a la vez lo que allí ocurra determinará el mayor o menor protagonismo del proceso de emancipación nacional en el derribo del statu quo estatal, pues el derecho a decidir que defiende Catalunya Sí Que Es Pot, la confluencia de ICV-EuiA y Podem, se ha visto multiplicado electoralmente con la exigencia de Ada Colau a un referéndum de autodeterminación el pasado 20 de diciembre en unas urnas en que la papeleta de las CUP, que pedía la abstención, no estaba presente.

Los anticapitalistas independentistas tienen aparentemente una correlación de fuerzas más favorable en el parlamento pero un nudo gordiano en casa. Veamos ahora si es cierto. Mas y su conglomerado, toda la burguesía catalana y ERC de la mano, se han puesto de rodillas para recabar sus votos, pidiendo a las CUP que contradigan la palabra dada en campaña de que no investirían de ninguna forma al responsable de las políticas neoliberales y la corrupción del régimen catalán del que es heredero.

El martes 22 de diciembre terminaron las negociaciones entre JxSí y la CUP. JxSí presentó una propuesta de acuerdo que la Asamblea Nacional de la CUP habría de votar el domingo 27 de diciembre. El preacuerdo presentado por JxSí proponía medidas para la estructuración del nuevo Estado independiente (gobierno de concentración, nuevas elecciones, proceso constituyente y referéndum para aprobar la constitución de una nueva República catalana), pero siempre a través de la negociación con el Estado español.

Al mismo tiempo, JxSí propuso un plan de choque con medidas contra los desahucios, la pobreza energética y la pobreza infantil, y una renta mínima de inserción, ayudas a la dependencia y mejoras en sanidad y educación. La coalición de CDC y ERC promete hacerlo efectivo en un plazo de 18 meses. El gasto de estas medidas se valora un 96% menor del que la CUP propuso en su programa electoral. Además, JxSí propone la moratoria de la privatización de la empresa Aigües Ter de Llobregat hasta el proceso constituyente, pero manteniendo todas las demás. Un plan de choque paupérrimo, nada creíble y que no soluciona los problemas de las clases populares, que no hace más que demostrar que la élite social de Catalunya no está dispuesta a renunciar a ningún punto de su programa económico.

Por último, JxSí propuso un gobierno coral con una Presidencia formada Mas y 3 presidentes de comisiones delegadas sobre economía (Junqueras, de ERC), políticas sociales (Munté, de CDC) y relaciones internacionales (Romeva).

La propuesta de JxSí se presentó en la Asamblea Nacional de la CUP en la forma de 4 opciones de voto de acuerdo con distintos escenarios. Ante el empate en la votación final de la Asamblea Nacional del 27 de diciembre, el debate se trasladó a las asambleas territoriales, que, a través de delegados, transmitirán sus posicionamientos a la reunión del día 3 de enero en la que el Consejo Político de la CUP y el Grupo de Acción Parlamentaria decidirán si apuestan por investir a Artur Mas Presidente de la Generalitat o si, por el contrario, lo rechazan, lo que obligaría a celebrar nuevas elecciones en primavera.

Independencia para cambiarlo todo
La izquierda de todo el estado español está pendiente de la resolución de la CUP, porque lo que está sobre la mesa de debate, con todas las peculiaridades de la cuestión catalana, es la disyuntiva de "reforma o revolución" que está sacudiendo a toda la izquierda europea desde el inicio de la crisis. La CUP se debate entre dos maneras de entender el proceso de emancipación nacional: o una estrategia etapista que confía en una alianza táctica con la burguesía catalana, o una estrategia de ruptura en las calles con las instituciones políticas del sistema capitalista.

La vía etapista, representada en el concepto de "mano tendida en lo nacional y puño cerrado en lo social", impide ligar la emancipación nacional a la transformación social y entrega la dirección del movimiento por la independencia a los partidos de la burguesía catalana a favor de su propio proyecto de clase; proyecto que no pasa necesariamente por la soberanía del Estado catalán y en el que la confrontación con el Estado español es tan válida como la negociación, como ilustran el adaptacionismo y las constantes claudicaciones de Mas y CDC ante las presiones de Madrid.

Las instituciones políticas burguesas no permiten el derecho a decidir de ninguna manera. La autodeterminación no será posible sin una ruptura clara con el Estado, a través de la movilización social, la desobediencia civil y la construcción de nuevas instituciones en las calles que desafíen lo establecido. El caso de  Grecia ejemplifica la necesidad de romper también con las instituciones de la Unión Europea para revertir de verdad las políticas de austeridad. No hay reforma posible de las instituciones que posibilite una ruptura "democrática" en el sentido estricto de la expresión, ni con el neoliberalismo ni con la opresión nacional.

Es por eso que la izquierda independentista tampoco debe dejarse engañar por cantos de sirena como los del líder de Podemos. Cuando Pablo Iglesias utiliza el derecho a referéndum de autodeterminación como condición para pactar, lo hace con la única razón de arrinconar al PSOE a la derecha y obligarlo a aliarse con PP y Ciudadanos, y a sabiendas de la imposibilidad de la reforma constitucional que promete y de que, en cualquier caso, el derecho a decidir es inasumible para una burguesía cuyo régimen político tiene la unidad territorial como uno de los pilares básicos.

Por todo ello, la emancipación nacional de Catalunya necesita de un movimiento anticapitalista que desenmascare a los representantes de la burguesía catalana y los muestre como obstáculos en el proceso, mantenga un programa con independencia de clase, basado en la movilización social y que no ceda el más mínimo terreno a los representantes de la burguesía catalana, dispuestos a dinamitar el proceso si se consiguieran a acuerdos satisfactorios con el Estado español para sus intereses como clase. Ahora toca que la izquierda independentista haga pedagogía y explique a la mayoría social catalana por qué no hay que investir a Mas y por qué no hay que avalar la gestión de la miseria, y cuál es la única vía para la independencia, una independencia que desemboque en una nueva sociedad.


Estamos en un punto de inflexión histórico en la lucha de clases en  Catalunya que puede ralentizarse o acelerarse con una simple votación parlamentaria. La CUP no puede capitular ante quienes gestionan la crisis de los capitalistas con privatizaciones y recortes en los servicios públicos. La capitulación de la CUP supondría una derrota no solo para Catalunya sino para la clase trabajadora y para toda la izquierda del estado español y de Europa.

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