Reproducimos el artículo escrito por nuestros compañeros Alberto Lozano y Tomás Martínez.
Hasta hace unos pocos meses mucha gente de fuera de Catalunya
no había oído hablar de las CUP, la Candidatura d'Unitat Popular, ahora en el
centro del debate, la organización política anticapitalista y netamente
independentista que nació de los municipios y entró en el Parlament apostando
por la ruptura con el Estado español y con un programa de clase con el que
también se quieren romper los vínculos con la Troika y por supuesto con esta
Unión Europea. En su interior confluyen experiencias de luchas sociales,
obreras, por la vivienda, feministas y por la defensa de la tierra.
La rica, multiforme y viva arquitectura política catalana,
con el eje nacional muy bien asentado y
en movimiento desde la Transición, ha hecho posible romper en el plano
institucional la rara excepción de la izquierda abertzale en Euskal Herria. Ya
en los años 80 y 90 habían crecido en el ámbito municipal, pero en las
elecciones de octubre de 2012 dieron el salto autonómico con 3 diputados en una
etapa acelerada del proceso soberanista nacido del fracaso del Estatut.
Su llegada contó con el apoyo de la izquierda anticapitalista
catalana y estatal con la bienvenida y aplauso del independentismo vasco muy en
particular. El eslogan fue “Ho volem tot” ('Lo queremos todo'): iban en serio.
El periodista David Fernández debutó en las televisiones de todo el estado
levantando la sandalia al gánster de Rodrigo Rato cuando la crisis golpeaba
fuerte y su imagen puso nervioso hasta a Cayo Lara. Desde entonces hasta ahora
han desbordado por la izquierda a ICV-EuiA y se han convertido en pieza clave
para la mayoría independentista.
La izquierda anticapitalista y revolucionaria vemos con
satisfacción cómo una fuerza radical y tan antagonista al régimen del 78 ha
contribuido a agitar el rompecabezas del largo ciclo electoral sin renunciar a
un discurso desobediente a las oligarquías políticas y económicas y con un
programa rupturista y de clase a la vez que nacional. Bien vale el gesto como
la cesión del espacio electoral a la huelga de Movistar o las muchas
intervenciones en el Parlament apoyando luchas.
El terremoto del 27-S:
la CUP en la encrucijada
La estrategia de las CUP - Crida Constituent siempre ha sido
clara: romper con el estado español y sus políticas económicas, cerrar la etapa
autonomista y avanzar en la República socialista catalana. El complejo
escenario abierto de la última cita electoral del 27 de septiembre, jugada como
plebiscito por un muy tocado president Mas en huída hacia adelante en la
coalición Junts pel Sí, resituó a sus 10 diputados como determinantes para la
gobernabilidad en un espacio binario: partes de una mayoría independentista y a
la vez de izquierdas.
Sus votos son decisivos en el Parlament pero a la vez lo que
allí ocurra determinará el mayor o menor protagonismo del proceso de
emancipación nacional en el derribo del statu quo estatal, pues el derecho a
decidir que defiende Catalunya Sí Que Es Pot, la confluencia de ICV-EuiA y
Podem, se ha visto multiplicado electoralmente con la exigencia de Ada Colau a
un referéndum de autodeterminación el pasado 20 de diciembre en unas urnas en
que la papeleta de las CUP, que pedía la abstención, no estaba presente.
Los anticapitalistas independentistas tienen aparentemente
una correlación de fuerzas más favorable en el parlamento pero un nudo gordiano
en casa. Veamos ahora si es cierto. Mas y su conglomerado, toda la burguesía
catalana y ERC de la mano, se han puesto de rodillas para recabar sus votos,
pidiendo a las CUP que contradigan la palabra dada en campaña de que no
investirían de ninguna forma al responsable de las políticas neoliberales y la
corrupción del régimen catalán del que es heredero.
El martes 22 de diciembre terminaron las negociaciones entre
JxSí y la CUP. JxSí presentó una propuesta de acuerdo que la Asamblea Nacional
de la CUP habría de votar el domingo 27 de diciembre. El preacuerdo presentado
por JxSí proponía medidas para la estructuración del nuevo Estado independiente
(gobierno de concentración, nuevas elecciones, proceso constituyente y referéndum
para aprobar la constitución de una nueva República catalana), pero siempre a
través de la negociación con el Estado español.
Al mismo tiempo, JxSí propuso un plan de choque con medidas contra
los desahucios, la pobreza energética y la pobreza infantil, y una renta mínima
de inserción, ayudas a la dependencia y mejoras en sanidad y educación. La
coalición de CDC y ERC promete hacerlo efectivo en un plazo de 18 meses. El
gasto de estas medidas se valora un 96% menor del que la CUP propuso en su
programa electoral. Además, JxSí propone la moratoria de la privatización de la
empresa Aigües Ter de Llobregat hasta el proceso constituyente, pero
manteniendo todas las demás. Un plan de choque paupérrimo, nada creíble y que
no soluciona los problemas de las clases populares, que no hace más que
demostrar que la élite social de Catalunya no está dispuesta a renunciar a
ningún punto de su programa económico.
Por último, JxSí propuso un gobierno coral con una
Presidencia formada Mas y 3 presidentes de comisiones delegadas sobre economía
(Junqueras, de ERC), políticas sociales (Munté, de CDC) y relaciones
internacionales (Romeva).
La propuesta de JxSí se presentó en la Asamblea Nacional de
la CUP en la forma de 4 opciones de voto de acuerdo con distintos escenarios.
Ante el empate en la votación final de la Asamblea Nacional del 27 de
diciembre, el debate se trasladó a las asambleas territoriales, que, a través
de delegados, transmitirán sus posicionamientos a la reunión del día 3 de enero
en la que el Consejo Político de la CUP y el Grupo de Acción Parlamentaria
decidirán si apuestan por investir a Artur Mas Presidente de la Generalitat o
si, por el contrario, lo rechazan, lo que obligaría a celebrar nuevas
elecciones en primavera.
Independencia para cambiarlo
todo
La izquierda de todo el estado español está pendiente de la
resolución de la CUP, porque lo que está sobre la mesa de debate, con todas las
peculiaridades de la cuestión catalana, es la disyuntiva de "reforma o
revolución" que está sacudiendo a toda la izquierda europea desde el
inicio de la crisis. La CUP se debate entre dos maneras de entender el proceso
de emancipación nacional: o una estrategia etapista que confía en una alianza
táctica con la burguesía catalana, o una estrategia de ruptura en las calles con
las instituciones políticas del sistema capitalista.
La vía etapista, representada en el concepto de "mano
tendida en lo nacional y puño cerrado en lo social", impide ligar la
emancipación nacional a la transformación social y entrega la dirección del
movimiento por la independencia a los partidos de la burguesía catalana a favor
de su propio proyecto de clase; proyecto que no pasa necesariamente por la
soberanía del Estado catalán y en el que la confrontación con el Estado español
es tan válida como la negociación, como ilustran el adaptacionismo y las
constantes claudicaciones de Mas y CDC ante las presiones de Madrid.
Las instituciones políticas burguesas no permiten el derecho
a decidir de ninguna manera. La autodeterminación no será posible sin una
ruptura clara con el Estado, a través de la movilización social, la
desobediencia civil y la construcción de nuevas instituciones en las calles que
desafíen lo establecido. El caso de
Grecia ejemplifica la necesidad de romper también con las instituciones
de la Unión Europea para revertir de verdad las políticas de austeridad. No hay
reforma posible de las instituciones que posibilite una ruptura
"democrática" en el sentido estricto de la expresión, ni con el
neoliberalismo ni con la opresión nacional.
Es por eso que la izquierda independentista tampoco debe
dejarse engañar por cantos de sirena como los del líder de Podemos. Cuando
Pablo Iglesias utiliza el derecho a referéndum de autodeterminación como
condición para pactar, lo hace con la única razón de arrinconar al PSOE a la
derecha y obligarlo a aliarse con PP y Ciudadanos, y a sabiendas de la
imposibilidad de la reforma constitucional que promete y de que, en cualquier
caso, el derecho a decidir es inasumible para una burguesía cuyo régimen
político tiene la unidad territorial como uno de los pilares básicos.
Por todo ello, la emancipación nacional de Catalunya necesita
de un movimiento anticapitalista que desenmascare a los representantes de la
burguesía catalana y los muestre como obstáculos en el proceso, mantenga un
programa con independencia de clase, basado en la movilización social y que no
ceda el más mínimo terreno a los representantes de la burguesía catalana,
dispuestos a dinamitar el proceso si se consiguieran a acuerdos satisfactorios
con el Estado español para sus intereses como clase. Ahora toca que la
izquierda independentista haga pedagogía y explique a la mayoría social
catalana por qué no hay que investir a Mas y por qué no hay que avalar la
gestión de la miseria, y cuál es la única vía para la independencia, una
independencia que desemboque en una nueva sociedad.
Estamos en un punto de inflexión histórico en la lucha de
clases en Catalunya que puede
ralentizarse o acelerarse con una simple votación parlamentaria. La CUP no
puede capitular ante quienes gestionan la crisis de los capitalistas con
privatizaciones y recortes en los servicios públicos. La capitulación de la CUP
supondría una derrota no solo para Catalunya sino para la clase trabajadora y
para toda la izquierda del estado español y de Europa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario