miércoles, 7 de octubre de 2015

CON SYRIZA GANA LA TROIKA. TOCA RECONSTRUIR EL “NO HASTA EL FINAL”

Nunca una victoria electoral de l@s ubicados nominalmente en la izquierda alternativa había pasado tan inadvertida para el trabajador medio griego como la alcanzada por Tsipras el domingo 20 de Septiembre. Un estudiante anticapitalista en el barrio de Exarchia había dicho que en estas elecciones se votaba entre anacondas, caimanes y cocodrilos, que al final sí o sí ganaban los reptiles. Merkel, Juncker y Draghi están de enhorabuena porque Syriza ya no es un quebradero de cabeza para su proyecto.

El desengaño llevaba el nombre impreso de “No hay alternativa” y se transformó en un nuevo parlamento abrumadoramente pro-memorándum. La papiroflexia de Syriza para plegarse a los dictados de la troika sin fisuras demarca unos límites y envía el demoledor mensaje a la clase trabajadora de que no es posible romper el molde cuadrado sistémico con un círculo decididamente anticapitalista. Por eso esta vez el establishment no ha hecho campaña porque no había sobresalto posible.

Una mayoría social confusa vuelve a arrojar los mismos dados
El vergonzoso mensaje del presidente saliente en campaña fue que con Syriza serían minimizados los daños del acuerdo con la UE, al tiempo que el líder conservador Meimerakis le tendía la mano y le daba la bienvenida a la cordura. Era muy normal que a uno se le quitaran las ganas de votar tras escucharlo decir no descartar un pacto con el PASOK, al que ofreció el mismo domingo entrar en el gobierno. Comprensible si el aval para enfrentarse a la austeridad ha sido papel mojado hasta 2 veces en 7 meses.

La desorientación y el profundo hastío llevaron a una abstención histórica que empañó un renovado pero a la vez desganado apoyo de los sectores populares a Syriza, muchos de éstos agarrados a una oferta conocida aunque muy deslucida frente al retorno de la pareja PASOK-Nueva Democracia, las viejas fuerzas del régimen. La alternativa para el votante medio de izquierdas a Syriza era votar de nuevo a Syriza, o bien el caos de arriesgarse a experimentar, algo que esta vez tampoco tocaba.

La consecuencia inmediata de esta alta abstención es el reforzamiento de Amanecer Dorado, que apenas pierde votos y se presentaban como los “verdaderos enemigos de la troika”. La consolidación parlamentaria de un partido abiertamente nazi en uno de los países de Europa que se enfrentó al fascismo en el siglo XX es aterradora. El dato no fue puesto en consideración lo suficiente en los análisis post-electorales nacionales, pues en los últimos meses el perfil de Amanecer Dorado ha sido bajo.

El dato verdaderamente alarmante es que en estas elecciones una amplia mayoría del voto del desempleo, tanto juvenil como adulto, fue recogido por los nazis. Y se revela por primera vez como el partido más votado por los griegos que aún no han cumplido ni 25 años. Saben que un caladero de votos es la juventud sin futuro a la que Tsipras ha dado de lado en menos de un año. No en vano Kasidiaris cree que con el apoyo de muchachos patriotas podrán gobernar una Grecia soberana en 10 años. Temblemos.

Pero hay que señalar cómo la apreciable pérdida de apoyo en votos de Syriza-ANEL con la gestión de la negociación-capitulación, ha sido frenada por el centro político, a su vez agradecido por hacerse imprescindible: si bien El Río aún no puede tutear a Syriza y se despeina, el denostado PASOK, que se veía aplastado y recurrió a una fiel a la línea Papandreu para evitar una catástrofe, coge vigor y recupera un pequeño nicho de votos. El viejo tanque dinástico resucita gracias a la fuerza que nació para acabar con él. Y el bonus es la entrada de Unión de centristas, que se cuela por carambola.

Ingenuidad o ausencia de perspectiva real puede achacarse a tant@s que confiaban en que el decepcionante Tsipras podría verse corregido por la colleja coherente de Unidad Popular, los fieles al programa de Salónica, en el que Varoukakis firmó tajante que el futuro gobierno de izquierdas no pondría en discusión los tratados ni la estabilidad de la Eurozona. Ni Lafazanis ni Lapavitsas, que se abstuvieron con el rescate y se divorciaron de Syriza hace sólo un mes, podrán ser la oposición de repliegue nacional.

El KKE mantiene su apoyo y vuelve a presentarse con las cartas marcadas: su falta de compromiso en hacer oposición a las leyes del capitalismo con iniciativas concretas. El no querer señalarse en el referéndum no sorprendió a la izquierda. Aunque dispuesto a demostrar su gran potencial militante, renuncia obstinadamente a convertirse en un importante activo en el bloque de fuerzas antimemorándum, rechazando cualquier emplazamiento, ya sea de Unidad Popular o de Antarsya, a mancharse las manos.

La coalición Antarsya-EEK ha sido la única fuerza en el muy plural mapa electoral que ha aumentado su influencia numérica en términos absolutos. Un 0,85% digno, el segundo mejor resultado histórico para la izquierda extraparlamentaria, que refleja al menos que se han hecho los deberes en la lucha de clases, contra los viejos y el nuevo memorándum. La tarea por delante es ardua: verse conminada en el nuevo ciclo a una enésima vez a la unidad electoral y no perder el lugar natural de lucha.

Syriza gana el gobierno y cierra el círculo de colaboración de clase
La reciente entronización de Tsipras en el salón de palacio de la troika es al mismo tiempo el suicidio asistido de la formación Syriza como opción electoral en el combate contra las políticas de austeridad. No sólo no se pone en cuestión el nudo gordiano a pesar del impulso al Comité de la verdad sobre la deuda pública griega, sino que se camina sin airbag en la dirección contraria. La victoria de este Septiembre cierra por completo la hebilla: de la colaboración de clases a ser de la clase contraria.

La izquierda anticapitalista europea tiene una responsabilidad en su condescendencia con Syriza. La gravedad del peso del resultado para nuestra clase es de calado. No estamos ante un nuevo reformismo que ha sufrido un grave traspiés en el ejercicio del poder, sino que debemos hacer frente a un perfecto y asimilado gestor del capitalismo más violento. Es evidente que el mejor alumno de Merkel ha sido Tsipras, reeducado hasta lograr que Grecia votara sin dar miedo a la prima de riesgo.

El resultado de las urnas no puede enmascarar lo irresoluble de la maraña política para el país, la propia Syriza como formación y la clase dominante. El día después de estas elecciones no inicia una estabilización mayor del sistema ni el inicio de otro período, sino que la digestión de la crisis capitalista en Grecia está muy lejos de acabarse. La  novedad es que no habrá por primera vez desde el rescate de Papandreu oposición antimemorándum real en el parlamento.

Por mucha satisfacción de las élites políticas y económicas dominantes, el resultante cocido electoral ni consolida la gobernabilidad ni asegura paz y tranquilidad a Syriza, que debe darse ya amortizada como fuerza de cambio, en la urgente aplicación de las medidas. Tampoco impone calma dentro del partido, pues el sector del exministro Tsakalotos, el de “los 53”, hace guardia y prohíbe alargar este trance promemorándum al conjunto de la legislatura, aunque es totalmente descartable otra ruptura.

Una proporción significativa - cuyos resortes y motivos sería interesante analizar - del escaso desgaste de Syriza ha nutrido bien a la izquierda anticapitalista, que estaría en buenas condiciones de recoger las manzanas una vez  desenmascarado el presidente si el proceso de politización hubiese sido otro. Unidad Popular es la gran derrotada de esta cita a pesar de hacer un buen roto moral a Tsipras de 155 mil votos. La pulverización de la veintena de diputados de la Plataforma de Izquierda debe abrir una reflexión a quienes se aferran a la hipótesis del “poder popular” combinado.

En su reciente análisis, Unidad Popular decepciona profundamente al atribuir sus 0 parlamentarios a la dificultad de convencer a los votantes de que el regreso al dracma era opción imprescindible para enfrentarse a la troika. Han buscado un espacio a la izquierda de la dirección del sector del antiguo Synaspismós donde no era posible construirlo, sobre todo sin apostatar de su apoyo sin fisuras a Syriza hasta una semana después de la firma del memorándum. La “salida ordenada de la zona euro” señala precisamente sus terribles contradicciones.

En la práctica se ha resuelto que las dos caras del reformismo griego se han negado y se niegan a asumir la única hoja de ruta encaminada para romper con la troika y sus chantajes, la de la vía abrupta y única posible, con las instituciones capitalistas, las internacionales pero también las griegas: salida unilateral y favorable a nuestra clase con nacionalización y control de l@s trabajador@s de la banca, expropiación de los grandes capitales, suspensión del pago de la deuda y prohibición de los despidos, todo sobre la cresta de un proceso de movilización sostenida que la imponga.

Ante el escenario que abre el abrazo de Tsipras y Kamenos no hay tiempo para lamerse las heridas. Con la movilización conscientemente frenada y un reformismo entregado al neoliberalismo más feroz, legitimada por primera vez la austeridad con la fuerza de quienes decían que iban a combatirla, Tsipras redobla la aplicación de las medidas de los que eran antes sus enemigos. Ni el gobierno de Enero ni mucho menos éste será el de las y los trabajador@s. No debe haber ni un centímetro de margen, ni un segundo de descanso, para hacer ver que la fuerza obrera helena respira después del 20S.

Porque el gobierno entrante llega con una soga bajo el brazo y con un plan de nuevo saqueo a costa de las pensiones, las jubilaciones, nueva reforma laboral, aumentos en el sistema impositivo, suspensión de los subsidios, privatizaciones de los puertos, aeropuertos, ferrocarriles y eléctricas y oleada de despidos masivos, en definitiva una declaración total de guerra de clase en este tercer memorándum que no admite paños calientes por parte de las y los trabajador@s en Grecia.

No podemos permitirnos que el movimiento obrero caiga ahora en la desmoralización. Ante la oleada de privatizaciones y despidos que se avecinan no se puede dejar que el gobierno Syriza-ANEL arramble con la clase trabajadora y que el campo abonado se convierta en carnaza para el fascismo. Desde antes de constituirse el nuevo gobierno hay que llamar a reconstruir el “NO hasta el final” a toda la izquierda sindical, política y social antimemorándum. Hay que ganar la calle desde la primera hora de mañana.

L@s revolucionari@s debemos estar desde el minuto cero con el caldo hirviendo de las luchas obreras de aquellos trabajadores que no se resignan a ver privatizado el puerto de El Pireo, con los comités que se autoorganizaron para volver a emitir desde la Radio televisión pública y no aceptan el gestor nombrado por Tsipras, con las organizaciones estudiantiles que acaban de anunciar “guerra abierta” a la subida de tasas y al lado de todos los golpeados por este gobierno capitalista. El sistema sigue siendo inestable en Grecia y la correlación de fuerzas puede cambiar. Segur que tomba…

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